Psicopedagogía

Aprendiendo a gestionar nuestras emociones.

La escuela en tiempos de cuarentena.

Ileana Miale

Psicopedagoga

Uno de los temas que más resuenan en estos últimos meses es el de la escuela en tiempos de cuarentena. Ya sea porque tenemos niños en nuestros hogares o porque conocemos a alguien que los tiene. Hablamos u oímos de lo complicado que resulta el día a día, de cómo hacemos malabares o armamos rompecabezas para que todos los integrantes de la familia podamos hacer uso de los ordenadores disponibles sin que ninguno deje de cumplir con sus responsabilidades, o cómo levantamos temprano a nuestros hijos para que aprovechen mejor el día y ni hablar de acompañarlos desde este nuevo rol que tenemos como padres que es el de ser “tutores escolares”. Todo un desafío por donde se lo mire. Si de algo estamos seguros es que como dice el dicho “lo que no te mata te fortalece” y así será. Por más que ahora no lo podamos ver con claridad, cuando todo esto pase podremos sentarnos y hacer una larga lista de todo aquello que aprendimos juntos, de lo que fuimos capaces (y que de ahora en más es una capacidad disponible) de hacer en una situación extrema y nueva, de los desafíos que superamos y de los que aún nos quedarán por superar, porque de eso se trata la vida.

Seguramente habrán leído y oído varias sugerencias sobre cuál es la mejor manera de acompañar a nuestros hijos en la escuela, pero también habrán descubierto que no hay una receta infalible porque cada hogar es un mundo y sus ingredientes (integrantes) únicos.


El sentido común no es resultado de la educación
(Victor Hugo)
Pero sin duda, la educación sí que es fruto del sentido común.
No hay que olvidar que nos empujó a enseñar a otras personas

Por eso les comparto ideas universales pero muy maleables que cada familia puede acomodar a su propio estilo y a las particularidades de cada uno de sus integrantes. El secreto del éxito: la magia de estas ideas o recursos están en aplicarlas con frecuencia, de a dos o de a tres, por día, cada dos días, cómo prefieran, por aquello de que el hábito hace al monje y las personas somos animales de costumbre por lo cual nos perfeccionamos con la repetición de nuestras acciones hasta que se convierten en hábitos.

Desde mi propia experiencia, como docente y profesional en el área de educación, las siguientes herramientas son las que mejores logros permiten obtener en las trayectorias escolares de los alumnos:

  • Lugar de estudio: No necesariamente tiene que ser siempre el mismo porque muchas veces depende de la circulación de personas en la casa y en los distintos momentos del día. Pueden ser dos, uno para la mañana y otro para la tarde (por ejemplo). Lo importante es que cumplan con estos requisitos, estar bien iluminados, apartados de ruidos molestos y visualmente ordenados (el caos alrededor genera caos mental y nos impide focalizar en nuestros objetivos).
  • Organización: Este paso es fundamental y muy variable en su aplicación. Incluye tener a mano el material de estudio, separado del que no se va a utilizar para no marearnos ni perder el tiempo buscándolo. También implica el uso de organizadores visuales sobre todo y algunos auditivos también. Dentro de los visuales están los calendarios mensuales, semanales y/o diarios que se eligen en función del mayor provecho que cada uno le pueda sacar. En este período de cuarentena es recomendable tener un horario de reuniones de zoom o meet (la plataforma que utilicen en el colegio) que sería el equivalente al horario de clases convencional y por otro lado tener un organizador con el registro de las tareas que tienen fecha de entrega.

En cuanto a organizadores auditivos se pueden utilizar alarmas para alertar sobre el tiempo de inicio de las tareas programadas según el momento del día elegido para hacerlas.

  • Tiempo y tareas: Es recomendable buscar dos momentos del día (la elección es personal y en función del mayor rendimiento que cada uno tiene) en los cuales dedicarle tiempo a las actividades por realizarlas. Siempre hay que tener en cuenta “que menos es mejor”, es decir, tiempos más cortos de concentración y dedicación a cada tarea pero más efectivos. Es de gran utilidad iniciar una tarea visualizando de antemano su finalización e ir tras ese objetivo. La curva de atención, dependiendo de la edad es efectiva entre los primeros 20/30 minutos de iniciada la misma. Si las actividades son extensas se pueden subdividir en partes, lo fundamental es que una vez pasado el tiempo estimado quede la sensación (real) de haber cumplido con el objetivo inicial. Eso alimenta las ganas de avanzar.
  • Ayuda memoria: Este paso es muy útil, es como una lista de cotejo o check list que se prepara con anticipación y de uso diario. Muchas veces tenemos que realizar en el día 3 o 4 actividades o tareas y anotarlas en un listado en el orden de prioridad que tienen ayuda a no pasarlas por alto. A medida que las vamos completando las podemos quitar/ tachar de la lista (es la parte de mayor satisfacción). Dicen por ahí que aquellos que escriben sus objetivos tienen un 80% más de probabilidades de cumplirlos que aquellos que no lo hacen.
  • Nunca quedarse con la duda: Primero hay que anotar en algún cuaderno, cartel, libro, etc, la inquietud que no tiene una respuesta, el problema para el cual no se encuentra solución y después se busca al destinatario que se considera más competente para pedirle ayuda (profesores, compañeros del colegio, padres, madres, aunque hermanos mayores).

Por supuesto que hay mucho más que se puede hacer, siempre se puede má, pero para iniciar o continuar con lo que venimos haciendo está muy bien. Lo importante es estar en búsqueda de encontrar el propio camino que facilite los aprendizajes, los propios y los de aquellos a quienes acompañamos en el día a día, para que cada historia escolar tenga más de disfrute y menos de padecimientos.

SER SOLIDARIOS CON “LA PALABRA”

Psp- Ileana Miale

Colegio San Pablo

Buenos Aires

Lo primero que se me viene como respuesta es decir “no, o…..más o menos, más menos que más”.

Por años he escuchado que  las acciones son las que definen a las personas, que el dar tiene que ver con aquellas cosas del orden de lo “visible”, es decir que de algún modo y en algún momento, otro puede ver nuestro paso solidario por ahí.

Pero como contrapartida y en la otra esquina, también he escuchado por años que la palabra tiene valor, que es importante lo que uno dice, que con las palabras se puede hacer sentir más o menos queridas a las personas que a uno lo rodean, que ellas marcan y tienen una entidad propia más allá del portador de las mismas….. Aprendí que una vez dichas pertenecen al mundo, ya no son sólo del que las dice  y eso es un aspecto maravilloso del decir….”la universalidad de las palabras”.

En este último aspecto me quiero detener. Estamos en un tiempo que se nos impone como una realidad que siempre creímos de ciencia ficción (de esas que se quedan dentro de las películas) y hoy es tan palpable y tan abrupto que no nos da descanso ni remanso. Y aquí es donde se nos aparece “este ser solidarios con la palabra”, más fuerte que nunca. Ya no podemos acercarnos a los otros del mismo modo que antes, no podemos (debemos) seguir tendiendo una mano como lo veníamos haciendo. Tenemos que reinventar y recrear nuestros modos de acompañar, de estar, de tender manos y ser solidarios.

Hoy vivimos la “urgencia de la palabra”, los otros (y nosotros) necesitan de nuestra voz para no sentirse solos o mejor aún para sentirse acompañados a través de palabras de aliento, de consuelo, de entendimiento, hasta de escucha. Y a cada uno nos toca desde nuestro rol en las familias, desde el lugar que ocupamos en nuestros grupos sociales, desde nuestras profesiones, en síntesis, desde ese ser como una  “pequeña gota en el océano”.

En lo particular todos aquellos que trabajamos en el ámbito educativo (sea la función que sea) nos encontramos de repente teniendo que de darle un giro completo a nuestra labor y nuestras palabras pasaron a tener un lugar decisivo:

-Sostener a los alumnos en encuentros virtuales donde el vernos y decirnos tiene  un papel fundamental.

-Acompañar dificultades de trayectorias escolares por medio de mensajes e intercambios con las familias.

-Escuchar y dar palabras de contención a docentes y todo aquel que forme parte del universo escolar al cual cada uno pertenece.

-Abrir puertas, a través de la palabra, para que los adolescentes se animen a contar qué les pasa y qué los sobrepasa.

– Generar vínculos con las familias, hoy más necesarios que nunca,  porque ellos cumplen un rol decisivo en esto de mantener la escuela en pie. El edificio ya no está pero la “Escolaridad sigue presente”.

-Comprender y “poder decirlo” que por encima de todas las cosas están cada una de las personas, su ser, su bienestar, su calidad de vida. Lo demás se puede aprender más tarde o más temprano, pero todos sabemos la importancia del equilibrio mental para hacer posibles los aprendizajes.

-Y muchas otras situaciones más que cada uno desde la escuela lo resinificar por medio de la palabra.

Si prestamos un poco de atención los que nos rodean nos buscan, esperan ese decir nuestro que acompaña y levanta frente a un momento de desaliento o temor. Eso es ser solidarios también. Es brindarnos con nuestras palabras a todos aquellos que estén ansiosos del sostén que muchas veces no encuentran en el mundo que los rodea. Es un tiempo para estar alertas, pero no por miedo al contagio de algo, sino por la cercanía que todos anhelamos y que hoy se materializa en el decir, en el vernos a través de una pantalla, en un pequeño gesto a metro y medio del otro.  Es momento de tejer redes a la distancia por más difícil que parezca, que no se vea no quiere decir que no exista.

Por eso, hoy más que nunca, si me preguntaran si se puede ser solidario con la palabra, mi repuesta sería un rotundo “SÍ”.