¿Ser solidarios con la palabra?

Lo primero que se me viene como respuesta es decir “no, o…..más o menos, más menos que más”. Por  años he escuchado que  las acciones son las que definen a las personas, que el dar tiene que ver con aquellas cosas del orden de lo “visible”, es decir que de algún modo y en algún momento, otro puede ver nuestro paso solidario por ahí.

Pero como contrapartida y en la otra esquina, también he escuchado por años que la palabra tiene valor, que es importante lo que uno dice,  que con las palabras se puede hacer sentir más o menos queridas a las personas que a uno lo rodean, que ellas marcan y tienen una entidad propia más allá del portador de las mismas….. Aprendí que una vez dichas pertenecen al mundo, ya no son sólo del que las dice  y eso es un aspecto maravilloso del decir….”la universalidad de las palabras”.

En este último aspecto me quiero detener. Estamos en un tiempo que se nos impone como una realidad que siempre creímos de ciencia ficción (de esas que se quedan dentro de las películas) y hoy es tan palpable y tan abrupto que no nos da descanso ni remanso. Y aquí es donde se nos aparece “este ser solidarios con la palabra”, más fuerte que nunca. Ya no podemos acercarnos  a los otros del mismo modo que antes, no podemos (debemos) seguir tendiendo una mano como lo veníamos haciendo. Tenemos que reinventar y recrear nuestros modos de acompañar, de estar, de tender manos y ser solidarios.

Hoy vivimos la “urgencia de la palabra”, los otros (y nosotros) necesitan de nuestra voz para no sentirse solos o mejor aún para sentirse acompañados a través de palabras de aliento, de consuelo, de entendimiento, hasta de escucha. Y a cada uno nos toca desde nuestro rol en las familias, desde el lugar que ocupamos en nuestros grupos sociales, desde nuestras profesiones, en síntesis, desde ese ser  como una  “pequeña gota en el océano”.

En lo particular todos aquellos que trabajamos en el ámbito educativo (sea la función que sea) nos encontramos de repente teniendo que de darle un giro completo a nuestra labor y nuestras palabras pasaron a tener un lugar decisivo:

-Sostener a los alumnos en encuentros virtuales donde el vernos y decirnos tiene  un papel fundamental.

-Acompañar dificultades de trayectorias escolares por medio de mensajes e intercambios con las familias.

-Escuchar y dar palabras de contención a docentes y todo aquel que forme parte del universo escolar al cual cada uno pertenece.

-Abrir puertas, a través de la palabra, para que los adolescentes se animen a contar qué les pasa y qué los sobrepasa.

– Generar vínculos con las familias, hoy más necesarios que nunca,  porque ellos cumplen un rol decisivo en esto de mantener la escuela en pie. El edificio ya no está pero la “Escolaridad sigue presente”.

-Comprender y “poder decirlo” que por encima de todas las cosas están cada una de las personas, su ser, su bienestar, su calidad de vida. Lo demás se puede aprender más tarde o más temprano, pero todos sabemos la importancia del equilibrio mental para hacer posibles los aprendizajes.

-Y muchas otras situaciones más que cada uno desde la escuela lo resinificar por medio de la palabra.

Si prestamos un poco de atención los que nos rodean nos buscan, esperan ese decir nuestro que acompaña y levanta frente a un momento de desaliento o temor. Eso es ser solidarios también. Es brindarnos con nuestras palabras a todos aquellos que estén ansiosos del sostén que muchas veces no encuentran en el mundo que los rodea. Es un tiempo para estar alertas, pero no por miedo al contagio de algo, sino por la cercanía que todos anhelamos y que hoy se materializa en el decir, en el vernos a través de una pantalla, en un pequeño gesto a metro y medio del otro.  Es momento de tejer redes a la distancia por más difícil que parezca, que no se vea no quiere decir que no exista.

Por eso, hoy más que nunca, si me preguntaran si se puede ser solidario con la palabra, mi repuesta sería un rotundo “SÍ”.

Ileana Miale

(Colegio San Pablo)

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